Por Alejandra Carrizo.
Frágiles, vulnerables.
Rotos, descosidos
Vienen a un mundo
que está podrido.
Los recibimos rotos.
Los entregamos rotos.
Somos los culpables
de lo que se avecina.
De los hilos
que descosió la suerte.
De la maraña que teje la muerte.
En el cajoncito de juguetes:
Les rompemos la cabeza
el cuerpo, la inocencia.
Les llenamos de cemento el corazón.
Y aturdidos,
sueltos,
inmiscuidos,
los demonios del olvido
zumban,
y se aseguran
de que los pobres
estén bien muertos.
Rotos desde el inicio de la nada
en falsas categorías disfrazadamente fracasadas:
«Son de mucho aceite y poca agua». Decían.
Rotas las caras, los discursos.
Rotas las palabras.
Rotas las lágrimas.
Las lágrimas!
Todo lo que rompimos
en el nacimiento:
el deber de haber nacido
el derecho a ser felices
inventarse haber vivido.
Ahora, rotos los inocentes,
son villanos y son fuertes
están pulidos en cemento.
Necesitan alimentos
que proporcionen
el sustento preciso
para mantenerse en pie
entre estos pisos
con ésta herida abierta
rotos; como los recibimos, rotos; como los entregamos.
Alejandra Carrizo