Cicatrices porteñas

Por Juan Pablo Scaglia, con la colaboración de Magalí Avila.

El Barrio Norte y la Recoleta no hubieran existido como los conocemos sin la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Paradójicamente, en un imposible ejercicio contrafáctico, podríamos decir que la epidemia de Covid-19 en el 2020 sería mucho más leve en Buenos Aires sin los viajes e irresponsabilidades de los habitantes de esos mismos barrios, a los que podríamos sumar Pilar y Puerto Madero. 

Hace años me persigue la idea de ese Buenos Aires ilusionista que exhibe sus cicatrices y los porteños persistimos en no ver. El viejo San Telmo, otrora diverso, ha devenido tras la fuga de los ricos, en un barrio cíclicamente decadente y renovado (gentrificado es el término que los académicos usamos). Quedan ocultos de la historia las demoliciones e incendios estatales de conventillos y pensiones, la restricción de circulación a los cuerpos pobres y negros… ¡Porque claro, una vez más, sólo ellos pueden ser culpados de semejante calamidad! entonces, la nueva conformación urbana despliega una vez más la vieja disputa entre barbarie y civilización. Secciona fuertemente la urbanidad, entre ricos y pobres. 

Tardaron solamente diez años (sarcasmo) en percatarse que el vector transmisor era un mosquito, muy bien ambientado en las aguas podridas de las curtiembres, en los lodazales, en los basurales a cielo abierto. Y mucho menos, en admitir que los primeros infectados que trajeron la peste fueron las tropas desharrapadas que volvían de la infame guerra con el Paraguay. 

Siempre tuve la sensación de que la historia de la escuela primaria relataba los hechos, pero ocultaba bajo una bruma de misterio las explicaciones. No abundaré en Guayaquil, todos sabemos desde chicos que hubo fiebre amarilla en Buenos Aires, pero ¿quién presidía? Si señor!, el padre de Laula!.. Don Domingo Faustino, que con otros setenta crápulas de su gobierno se rajó, no a Barrio Norte, a Mercedes, por las dudas. 

Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires (1871) – Autor: Juan Manuel Blanes (1830-1901) – Óleo sobre tela – 230 x 180 cm

La escena que pintó el uruguayo Juan Manuel Blanes, expone varias cuestiones que se manifestaron urbanamente, pero prefiero hacer hincapié en una en particular: la importancia de la actuación estatal con la que hoy afortunadamente contamos y que en el contexto de la fiebre amarilla estaba ausente. Se puede ver en la parte viva de la composición a Roque Pérez y Argerich, dos de los miembros de la Comisión Popular que estaba al frente de la lucha contra la epidemia, porque “el estado” se había mandado a mudar. 

Pero Sarmiento volvió, (cuando la cosa aflojó y zafó de pertenecer a ese tercio de infectados) y, progresista como era, encaró en Buenos Aires grandes transformaciones, el sanitarismo abrió el nuevo siglo. 

Nunca falta un pariente o amigo que pregunta: Che!, vos que sos arquitecto, ¿qué es ese Palacio de azulejo de la Calle Córdoba? (o el de Caballito o Devoto, etc. para el caso es lo mismo) y dan ganas de contestarle: porque en 1871 murieron 14.000, y a los más poderosos le entró un cagazo padre! Salame! Por eso entronizaron el agua potable, que obviamente, ¿a qué barrios surtió primero?, a Recoleta y Barrio Norte claro! (perdón, en aras de la precisión histórica me corrijo, primero a Puerto Madero porque las locomotoras inglesas que empezaban a salir del puerto eran a vapor y muy delicadas, y el agua del río les hacía nana!) .

Vuelvo a las cicatrices y la historia del Manual del Alumno, a toodoooos nos han contado que la primera locomotora argentina, esa simpática carretilla a vapor se llamó La Porteña. Punto, fin de la historia. Pero ¿desde dónde y hasta donde iba? ¿Qué transportaba? Muertos, señores, muertos, de noche, desde Corrientes casi Callao hasta la Plaza Los Andes, en ese entonces cementerio de la Chacarita que se llenó y hubo que trasladarlo. El edificio de la terminal y talleres de esa macabra línea aún está en pie, en la esquina de Av. Corrientes y Dorrego, y si la buscan, una plaquita de bronce sin lustre recuerda la maquinita, ni palabra de los finados. 

Y si de finados hablamos, las pestes han realizado un importante aporte al urbanismo generando grandes espacios verdes, el Cementerio provisorio por epidemia de cólera cerró y hoy es Plaza España en Barracas, fue reemplazado por el  ̈Del Sur ̈, hoy Parque Ameghino en Parque Patricios. Ese y el mencionado Los Andes se vieron rebasados por la fiebre amarilla y se abrió así la actual Chacarita. 

Y volviendo al sanitarismo, ¿de dónde creen que salió el término  ̈La quema ̈?, amigos del globito, ¡Uds. también están en deuda con la fiebre amarilla! 

Volviendo a 2020, en el primer párrafo sumé dos nuevos hechos urbanos: Los countries de Pilar y Puerto Madero. Recoleta y Barrio Norte fueron apropiados cuando la legalidad eran  ̈Ellos ̈, en cambio, en estos últimos, cuando buscaron autoaislarse, instaurando una legalidad otra, distinta; en los countries: el fideicomiso, en Madero: la prefectura. 

Hoy no quieren el aislamiento, eso es para los otros, para ellos la libertad absoluta, intentan llevar su legalidad otra en sus cuerpos, sin límites, omniprepotentes. 

¿Qué nuevas cicatrices exhibirá el futuro Buenos Aires?, ¿seremos capaces de mostrarlas sin botox ni tapujos? 

Buenos Aires, 30 de Marzo de 2020

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